Domingo sin fútbol…

Domingo sin fútbol…

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La pasión, perseverancia, paciencia y respeto, de los  miles de esos brazos anónimos de hombres, mujeres, niños y niñas del Fútbol Infantil, han construido y han traído hasta nuestros días, desde la mitad de los años 50, este maravilloso fenómeno futbolístico, familiar y social, único en el mundo. Hoy te traemos una historia sucedida un domingo sin fútbol…

El domingo 2 de julio no había actividad en la Liga. Sin embargo, Elizabety, Ana, Etel, Luz y Cristina, se levantaron a eso de las siete de la mañana para reunirse y aprontar todo para ir a vender tortas fritas al predio Doña Julia. Hay jineteadas, y hablaron con Hugo, quien les permitió armar el puesto.


Como siempre, los comercios del pueblo aportaron su granito de arena para el fútbol infantil: Caramelos, galletitas, alfajores… ¡De todo un poquito!. Además, Luis, desde la radio 90.3, les dio una mano con la difusión. 

A las ocho, Ana y Etel ya estaban amasando. Se les unieron Marcos, Jorge, Sergio y El Camba. Tenían que llevar todo al predio porque las jineteadas comenzaban a las diez. 


Empezaron a armar el puesto sobre las nueve, con una temperatura que rondaba los 5ºC y mucho viento. Las lonas no cubrían bien el puesto, y había que salir a buscar más.

A las diez terminaron de armar. Era difícil moverse con tanta ropa encima, pero entre bromas y risas, se llevó el día. Salvo Ana y Etel que se dedicaron a la masa, los demás hicieron de todo.

La mitad de los que colaboraron no tienen hijos jugando hoy al fútbol infantil, pero quedaron «prendidos» a la Liga, a los niños y a la pelota.

Las horas fueron pasando, la gente se acercaba al puesto a colaborar y ellas seguían al firme. Nadie se movía. Todos daban una mano.

Ya sobre las siete de la tarde, cuando estaba oscureciendo, acabó la venta de tortas que fue buena y recaudaron unos tres mil pesos en las nueve horas que estuvieron. Ellas, de caras sonrientes, muertas de cansancio y pasadas de frío, sabían que la Liga estaba un poquito más cerca de poder cumplir con las obligaciones del mes y que los «guríes» seguirían divirtiéndose, como siempre, con una pelota como pretexto. 


Pero faltaba desarmar todo… cargar la camioneta y volver a la Liga. Seguramente habían pasado ya las nueve de la noche cuando retornaron a sus hogares, pero no se despidieron hasta charlar antes, sobre la próxima jornada de recaudación: Hay baile en el Club Central y ya tenían el permiso, por lo que la siguiente aparición de «las madres del baby», como se las conoce, sería armando el puesto de venta de choripán.

Estas madres del fútbol infantil son de Baltasar Brum, un pueblo de Artigas, a 100 kilómetros de la capital departamental, a 60 de Bella Unión y a 600 de Montevideo. 


Brum tiene una población aproximada de 2.500 habitantes, las empresas de transporte no ingresan al pueblo y para llegar hay que utilizar ómnibus locales que hacen el trayecto una sola vez al día y demoran, por ejemplo, dos horas en completar los 60 kilómetros hasta Bella Unión, debido al trayecto prácticamente intransitable.

Ocho de cada diez varones y dos de cada diez niñas que viven en Brum, están fichados en los cuatro clubes de fútbol infantil que componen la Liga; y vale destacar que son los porcentajes más altos de captación de niñas y niños, de todo el país.

 

 

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